Seguro nunca te lo
preguntaste, pero te asombrarás de saberlo.
Uno sabe que las
cosas que le gustan, le gustan. Y como nos gustan, nos gusta hacerlas (What?).
Parece trabalenguas, pero poniéndolo así, la cosa resulta sencilla. Mucho más
sencillo de lo que realmente es. Te asombrarías de saber todo lo que nos atrae
hacia las actividades que nos brindan placer.
La neuroquímica
de un jugador
Seguramente sabes
que todos los seres vivos avanzados, incluyéndote a ti (nada personal en contra
de los zombies) tienen un Sistema Nervioso Central. Este está constituido por
el encéfalo y la médula espinal. En toda superficie de estos dos órganos
podemos encontrar un líquido incoloro, transparente y pegajoso que se llama
celaforraquídeo. Pero ¿qué hace esa cosa? Bueno, entre otras cosas es el
encargado de servir como medio para el intercambio de sustancias endocrinas u
hormonales; es el que las “interpreta”. Cuando estamos viviendo algo en el
plano físico o mental, nuestro sistema endocrino secreta endorfinas, la
sustancia responsable por esa sensación de bienestar que sentimos al hacer lo
que nos gusta (puedes comenzar a toquetearte para comprobarlo). Las endorfinas
nos hacen sentir bien, eufóricos, placenteros, y en cierta forma generan
adicción. Es una adicción sana, pero adicción al fin. Es por eso que muchos
juegos como Yu-Gi-Oh!, Magic o el extinto Mitos y leyendas, entre muchos otros
más TCG son adictivos. ¡Nos gustan tanto, segregamos tantas endorfinas al
jugarlos que queremos más y más y más! (muy bien, ya puedes dejar de tocarte).
Sobre gustos no
hay nada escrito
Por supuesto,
sobre gustos no hay nada escrito. Y los gustos están más arraigados a nuestras
experiencias de vida, a lo social, a la personalidad y la psiquis que a nuestro
sistema endocrino (es un buen momento de tirar a la basura todo lo escrito en
el apartado anterior XD). Lo que a ti te
gusta, puede no gustarle al nerd de al lado. Lo que tú consideres juego, para
otros puede ser una tontería. A nosotros nos gustan los juegos de cartas para
niños, tanto como a otro le pueda gustar jugar soccer o apostar en carraras
ilegales de caballos. En la superficie no hay mayor diferencia. Sea con uno u
otro juego, todos disfrutamos lo mismo. Si existen las diferencias, estas son
meramente sociales. Hay juegos que al ser masivos, son más aceptados por la
sociedad. Otros que no son tan conocidos, como los TCG, pueden ser marginados
simplemente por no saber lo que son. Por ejemplo, hace unos 20 años los
videojuegos eran cosa para niños o Nerds. La gente creía que todo aquel que
jugara videojuegos era un menso. ¡En serio! Pero a medida que los videojuegos
se hicieron más conocidos y aceptados, la cosa cambió por completo. Hoy en día
está de moda ser Gamer y nadie lo ve
con mala cara, cosa que aun no sucede con los juegos de cartas para niños, pero
hay que tener fé en el corazón de las cartas hermano!
Jugar para
aprender
Como muy bien
debes saberlo, el juego es de vital importancia para el desarrollo y la evolución
humana, y es imprescindible en los primeros años de una persona. Cuando somos
niños, todos contamos con una virtud: absorbemos información con una facilidad
inusitada, ya que nuestra mente está en desarrollo. Por eso es más fácil aprender algo cuando
somos pequeños, que cuando somos adultos, y tenemos el cerebro completamente
formado. El problema es que cuando somos niños ¡no nos gusta aprender! Todo lo
que sea teórico nos aburre inmensamente (aunque conozco gente que ni de grandes
le toman gusto al aprendizaje). Por eso Dios, la naturaleza, el KI, los
Chakras, el Cosmos o quién sabe quién o qué, dotó al juego de una relevancia
didáctica asombrosa. Lo que juegas, lo aprendes. Este aprendizaje, por
supuesto, puede no ser consciente, pero existe. Por ejemplo, jugando al
escondite con tus amigos no sólo aprendes a socializar, si no que también
comienzas a comprender la función de las reglas y porqué un escondite es mejor
que el otro, entre otras cosas. Que esta motivación sea inconsciente, no la
hace menos. Por el contrario, la pone como una motivación fundamental, una
necesidad inherente al ser humano.
¡Más
motivaciones!
Por supuesto,
además de las endorfinas y el aprendizaje, existen otras motivaciones. El juego
nos brinda la posibilidad de llenar nuestro lado fantástico, de saciar nuestra
sed de exploración para escaparnos de un mundo de plástico y asfalto, donde
todo está dicho. Nos permite darle alas a nuestra imaginación, darle en la
madre a la realidad y llenar nuestras reservas de fantasía. Al contrario de lo
que sucede con un libro o una película, en el juego tomamos un papel activo en
ese mundo imaginario, cosa que lo hace doblemente placentero.
Pero también jugamos porque a
través del juego tenemos la posibilidad de probarnos a nosotros mismos. Cuando
jugamos, competimos, sea contra un ser físico o con nuestras propias
limitaciones y cada vez que ganamos lo tomamos como una superación (los amigos
imaginarios no nos ayudan mucho aquí). ¿Nunca te pasó encontrar a un oponente
al que ganaste pero la victoria no te terminó de complacer al haberla
conseguido sin esfuerzo?
Y aquí llegamos a otra
motivación, la posibilidad de reconocimiento cada vez que ganamos y nos
superamos. ¿¡Quién no quiere una palmada en la espalda y gozar de la admiración
de sus colegas!?. Y para ganar, por supuesto, hay que ejercitarse. Y esta es
otra de las motivaciones. Los deportistas juegan todos los días para llegar al
momento del encuentro con sus habilidades alerta. Por supuesto, la competencia
y/o la posibilidad de jugar con otros nos ayuda a pulir nuestras destrezas
sociales. El juego es una excusa, sea Yu-Gi-Oh!, o cualquier TCG, para
juntarnos con otras personas afines y divertirnos socialmente. O ¿no te ha
pasado que te resulta más sencillo hablar con alguien desconocido, pero que
juegue lo mismo que tu, a acercarte al compañero de clase, aunque lo tengas que
ver más veces en tu vida?
Sea como sea, el juego es una herramienta muy útil y divertida. Además, el
jugar cualquier TCG o en general, cualquier juego que requiera de un esfuerzo
de razonamiento considerable nos permite evitar enfermedades aunque no lo
creas. Pero eso, amigo lector, eso ya es otra historia.
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